Caminaba descalzo con mis ojos
Por Juan Colón
Jardin de Burggaten, Viena
Caminaba descalzo con mis ojos,
por los pies veía la gracia que envuelve la tarde
de una hambrienta ternura desbocada en tus hombros.
Ya iba a entrar a ese acertijo que nos deja la música del silencio
cuando el silencio habla.
Me acerqué a lo prohibido, ocurrió lo peor; se produjo un intercambio de disparos.
Me heriste donde habita la luz, donde discurre un río, no aquel físico, de aguas turbias, sino este que se muere de sed, por los violines vivos de una rama en otoño.
Me acostumbré a beberte la droga lunar, porque me arrojas el mar en llamas (morfina mortal)
Y me habita y me deshabita y me acuchilla la almohada donde duermo.
Te tomé de las manos, pero ya el crepúsculo había retirado los adoquines de los paseos nocturnos.
A la calle El Conde le habían quebrado los abrazos, la luna había guardado sus azoteas; entonces me encerraste dudosa de sol, en tus húmedas rejas.
Desde mi encierro, escucho los lirios de un desnudo corriendo hacia tu nombre.

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